Sarkis

Me senté, observé sus profundos ojos negros y sus enormes tetas blancas que se esparcían sobre la mesa como un mantel blando. Ella levantó mi taza de café con toda femeneidad, la miró con detenimiento y comenzó a describir mi realidad con voz monótona. Que mi trabajo, que mi familia, que la mudanza. No dijo nada del amor. "¿Querés que invente?" me dijo descarnada. Y agregó con resentimiento: "no te preocupes por eso, los hombres sólo nos atrasan". "No creo dije yo", mientras dejaba la silla.
Pero a ella no le importó. Y siguió revelando designios en otras tazas. Creer o reventar.