Mi primo me lo dijo. Siempre me dice. "Uno ya está en la montaña rusa, sentado en el carrito con la barra de protección encima. Lo único que puede decidir es si va a dar la vuelta relajado, disfrutando de la velocidad o si irá aterrorizado pensando en cuánto se va a retorcer el estómago. Es una cuestión de actitud".
Mi primo me dice y yo le creo. Las más de las veces, saco pecho y actitud y el día transcurre a velocidad crucero. Otras, hay vértigo, nudo en la garganta latente, pánico.
Hoy hay viento a favor y buena actitud, parece un día bastante prometedor. Salvo que de tanta actitud incrusté una goma del auto en el duro y violento cordón de la vereda. Cuando terminé de estacionar, me bajé y escuché un sutil psssssss.
Un segundo y medio después, mi pobre auto quedó chueco, torcido hacia la derecha, combado, como abandonado.
Y ahí nomás, llamé al seguro y mientras esperaba al Sr. mecánico pensé en la montaña rusa y disfruté de la velocidad.